YO ME QUEDO EN CASA, MADRID
Personal project.
Illustrations about the coronavirus lockdown in Madrid, Spain.
YO ME QUEDO EN CASA, MADRID
Personal project.
Illustrations about the coronavirus lockdown in Madrid, Spain.
YO ME QUEDO EN CASA, MADRID
Personal project.
Illustrations about the coronavirus lockdown in Madrid, Spain.
FUNNY, FEMINIST AND FORTY
Illustration for the event Funny, Feminist and Forty. Celebrating 40 years of women's domestic abuse refuges for Hestia. Housing & Support Charity.
FUNNY, FEMINIST AND FORTY
Illustration for the event Funny, Feminist and Forty. Celebrating 40 years of women's domestic abuse refuges for Hestia. Housing & Support Charity.
FUNNY, FEMINIST AND FORTY
Illustration for the event Funny, Feminist and Forty. Celebrating 40 years of women's domestic abuse refuges for Hestia. Housing & Support Charity.
FUNNY, FEMINIST AND FORTY
Illustration for the event Funny, Feminist and Forty. Celebrating 40 years of women's domestic abuse refuges for Hestia. Housing & Support Charity.
FUNNY, FEMINIST AND FORTY
Illustration for the event Funny, Feminist and Forty. Celebrating 40 years of women's domestic abuse refuges for Hestia. Housing & Support Charity.
UNA HABITACIÓN SIN VISTAS
Exhibition. Modus Operandi Gallery, Madrid
interior
Del lat. interior, -ōris.
1. adj. Que está en la parte de adentro.
2. adj. Que está muy adentro.
3. adj. Que solo se siente en el alma.
4. adj. Dicho de una habitación o de una vivienda: Que no tiene vistas a la calle.
5. adj. Perteneciente o relativo a la nación de que se habla, en contraposición a lo extranjero.
6. m. Alma como principio de la actividad propiamente humana.
7. m. Parte interior de algo.
8. m. Parte central de un país, en oposición a las zonas costeras o fronterizas.
9. m. Ec. y Ven. calzoncillo.
10. m. pl. entrañas.
11. m. pl. Cinem. Secuencias rodadas en espacios cerrados.
12. m. pl. Cinem. Decorados que representan interiores.
(DRAE)
Una habitación sin vistas habla del interior, del nuestro propio, ese alguien que habita en nuestro cuerpo, ese yo al que a veces nos asusta asomarnos, del vacío que queda en nuestra casa cuando los invitados se han marchado de la fiesta.
En la era de la imagen, donde todo puede ser mercantilizado, acostumbramos a exponernos de manera continuada, nos tragamos, sin filtros, el bombardeo de estímulos externos que nos animan a ser alguien que no conocemos, a ajustarnos a un canon creado por no sabemos quién para, sin saber muy bien cómo, llegar a ser nosotros mismos... Pero, ¿quién es uno mismo en medio de todo este exceso? Nos sentimos desbordados y, aunque estamos más conectados que nunca a los demás, nos descubrimos más aislados. O, a veces, incluso peor, más vacíos.
En Una habitación sin vistas los retratados, solos, en ese momento del día en el que uno es tan sólo uno mismo despojado del atisbo de los demás, permiten el paso al delirio, los fantasmas, los sueños e, incluso, los temores. Ese momento en el que cerramos las ventanas físicas y las virtuales para hacernos un ovillo y, con suerte, desprendernos de esa presión de mostrar a los demás lo que decimos ser. Y nos dedicamos a ser, sin más.
La pausa en la que nos convertimos en espejo y descubrimos diminutas virtudes o defectos que no habíamos observado antes, como el que se descubre un lunar nuevo o ve, por primera vez y extrañado, el rincón enmohecido que revela una humedad que quería ocultar. Nuestra naturaleza, la imagen real de lo que somos detrás de la máscara. Un intento de observarnos con compasión, que no es poco.
Una habitación sin vistas consta de un grupo de retratos de varias personas en su espacio privado, en su rutina diaria, abrigadas por un regusto ensimismado y onírico, el que se nos queda cuando buceamos en nuestro interior, cuando descubrimos los nuevos lunares y, a veces, los monstruos que habitan en ellos.